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SAN ANTONIO ABAD Y CÁCERES. PRIMERA PARTE: LA DESAPARECIDA ERMITA

En fechas como estas, en las que la globalización y la contaminación incultural lo salpican todo, quisiera recordar en los próximos dos artículos, cómo en Cáceres no sólo echaron abajo la ermita dedicada a San Antón, sino cómo las tradiciones que estaban arraigadas en la ciudad alrededor de su fiesta, también se perdieron, o cómo casi nadie recuerda los refranes cacereños referidos al Santo. En la calle de mismo nombre, aproximadamente donde hoy se encuentra el Gran Teatro, se levantaba la ermita dedicada a San Antón. Del siglo XVI y de no muy grandes dimensiones, se cree que es una de la seis ermitas que obligó a construir como “penitencia” a Bernardino López de Carvajal el Papa León X, al “traerse sin permiso” desde Roma, un fragmento de la Cruz de Cristo, como ya os conté en la entrada dedicada a la ermita del Lignum Crucis. Se inauguró oficialmente el 5 de marzo de 1542 y constaba de dos zonas, la casa del ermitaño y la propia ermita que tenía acceso directo desde la calle

VISITANDO A UN VIEJO CONOCIDO. PROPÓSITOS DE AÑO NUEVO.

Habré pasado, como mucho de vosotros, cientos de veces por la N-630, camino de Mérida, y más recientemente por la A-66. Antes de llegar a Aldea del Cano, frente al Castillo de Garabato, se levantaba un viejo y muerto eucalipto junto a una pequeña puerta de una cerca derruida, una charca y unas pilas. La zona estaba plagada de nidos de cigüeñas y cada vez que veía esa estampa me parecía una preciosidad. Un acúmulo de casualidades y ruinas que sin quererlo formaban una imagen evocadora, intensamente decadente y bella. En esas innumerables veces que pasaba frente a este lugar me decía a mi mismo: "tienes que ir a verlo en persona y hacer unas fotos", pero nunca lo hice, nunca me paré, porque en mi mente, de forma subconsciente, consideraba esa imagen como eterna.  Hace algo más de un año, la imagen cambió, según me aproximaba por la carretera noté que la silueta del majestuoso esqueleto vegetal del eucalipto no estaba y se cumplieron todos los peores presagi

LAS RUINAS DEL SANATORIO "VICTORIA EUGENIA"

El hospital antituberculoso tiene algo del encanto y el misterio de un mundo perdido, pasado, acabado, de algo que sabemos no volverá a repetirse. Algo que nació, como tantas otras cosas del hombre, sobre débiles bases, que evolucionó con el desarrollo de una enfermedad individual que tuvo el poder de convertirse en una calamidad colectiva y que acabó, inesperadamente, cuando se estableció una terapia efectiva para la enfermedad, que transformó en inútiles unos recursos que poco antes parecían imprescindibles y que tendieron a multiplicarse sin límite. La tuberculosis llegó a ser considerada una enfermedad degenerativa o hereditaria. Hasta 1882 no se identificó (Koch) el microorganismo causal que, en torno a 1900, era la principal causa de mortalidad, que solo mejoró con la mejora de la nutrición y de las condiciones de vida. Hasta que se descubrió la estreptomicina (1947) y otros medicamentos (rifampicina en 1971), no se disponía de un tratamiento eficaz contra la enfermedad.
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