Afortunadamente lo ha vuelto a hacer. El autor de las pinturas que podemos ver en el Cerro de la Butrera, y que os enseñé ya Al Detalle (enlace del post), ha decido regalarnos de nuevo su arte, su delicadeza a la hora de plasmar las figuras sobre piedra, la sensibilidad de los abrazos que dibuja, la fuerte dulzura de las figuras femeninas cuyas extremidades se pierden en infinitas espirales. Espirales arquetípicas comunes a casi todas las culturas, a casi todas la civilizaciones, y que nos conectan con los ritos atávicos de tierras lejanas. Raúl Popoose nos ofrece de forma generosa su arte, pero además, nos invita a conocer paisajes y vistas poco frecuentadas en los alrededores de la ciudad. Pero su labor no queda ahí: nos invita a explorarnos a nosotros mismos, a mirarnos hacia adentro y buscar en nosotros las raíces de las que nos nutrimos, de las que crecemos, pero que permanecen ocultas en la tierra de la prisa y la modernidad.
El artista en esta ocasión está ilustrando el Cerro de Aguas Vivas, pudiendo acceder a él desde un camino habilitado y acondicionado que parte de la "Rotonda del Casar" en la Ronda Norte. Raúl Papoose selecciona lugares sin afecciones arqueológicas, usa pigmentos naturales, en una comunión de rebeldía y respeto al entorno que ha provocado la admiración de prácticamente todos los que hemos podido conocer su obra en las piedras de nuestros campos cercanos.
En esta ocasión tres grandes figuras: una pareja abrazándose como símbolo del amor eterno, una guerrera que defiende la ciudad de Cáceres que divisa a lo lejos, y por último una figura de una mujer que personalmente me inquieta bastante. Las punteaduras y las manos acompañan y enmarcan estas otras representaciones de mayor tamaño.
Desde aquí sólo os quiero invitar a que conozcáis a este artista cacereño y os dejéis sorprender por sus obras que tan generosamente nos regala en los cerros de nuestro Cáceres.
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