Uno de los elementos que pueblan la ciudad antigua de Cáceres que más me llama la atención son las puertas y ventanas tapiadas. Me hacen preguntarme cuándo, por qué o para qué. Lo normal , antiguamente, era que los muros estuvieran lucidos, por lo que sus restos no se veían en ningún caso, pero con la moda moderna de sacar a relucir la piedra, podemos disfrutar de estas calladas puertas, de las ventanas cegadas y de la posibilidad que nos dan de imaginar historias pasadas. En la Calle de San Pablo, que une la Plaza de Pereros con la Plaza de San Mateo, muy cerca del Oso Polar que os enseñé hace meses, encontramos una de estas puertas, pero con la particularidad de guardar un pequeño secreto: un cruz grabada.
La cruz es un símbolo universal que marca de
forma metafísica la plenitud del “Hombre Universal”, por lo que ha sido desde
siempre centro de atención entre filósofos e historiadores. A pesar de que su
presencia en la cultura tradicional es un tema que ofrece gran interés entre los
investigadores, el análisis del valor simbólico, antropológico, histórico e
incluso etnográfico, constituye un enfoque que ha comenzado a fructificar en fecha
relativamente reciente.
Aunque desde mediados del siglo XIV existen cruces casi de forma
generalizada en la arquitectura doméstica y subsidiaria, la mayor parte de los
símbolos religiosos que aparecen en aquellas se datan en los inicios de la Edad
Moderna y, sobre todo, desde la Contrarreforma. A partir del siglo XVI un buen número de construcciones profanas o religiosas desarrollarán un programa iconográfico en el que la cruz, las llaves de San Pedro, los viriles, los
portapaces, las custodias o los hostiarios, se incluyeron como parte de un lenguaje
en el que se entremezclan los significados propiamente litúrgicos con aquellos otros
decorativos o incluso con interpretaciones menos canónicas.
La arquitectura popular asimilará y adaptará, a su manera, todo este amplio
abanico de elementos que la iconografía pone a su disposición, acomodándolos a un
espacio concreto ,en torno a ventanas y a puertas, y a una técnica decorativa propia
que variará en función del tipo de arquitectura, de los conocimientos de constructor y del momento preciso de la aplicación del motivo decorativo.
En este caso no debemos suponer esta pequeña cruz latina como un elemento constructivo o decorativo añadido al levantar el edificio, sino que debió de ser incluida posteriormente. Las cruces trazadas
después de la construcción del edificio dan pie a lecturas antropológicas, en
detrimento de ciertas cuestiones de estilo, más propio del campo de actuación de la
historia del arte. La cruz grabada en vanos y dinteles, en poyos o mojones, en las
esquinas de las casas o en los postigos permite acercarnos a ciertas prácticas
religiosas relacionadas con determinados ritos de paso y de protección de los
hogares e incluso a algunos fenómenos de cripto-judaísmo.
Por la proximidad al barrio judío no debemos descartar que los habitantes de estas casas quisieran demostrar su conversión o que los descendientes, o nuevos ocupantes del edificio, quisieran demostrar ser "cristianos viejos" para que nadie dudara si seguían practicando el judaísmo en la privacidad, que era lo más normal.
Hoy sólo os quería enseñar este pequeño DETALLE que esconde el dintel de una puerta tapiada, pero que además esconde la verdadera historia de la presencia de esta pequeña cruz.
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