UN PASEO POR LA HISTORIA
Pasando la
localidad de Grimaldo por la antigua N630, justo después de una salida que
conduce a la autovía, a la derecha parte un camino que nos lleva al convento.
Lo más sencillo es dejar allí el coche y continuar a pie. El camino es cómodo,
entre escobas, jaras y encinas y nos lleva, poco a poco, a las ruinas de este
convento. Tras andar un par de kilómetros la silueta de la espadaña de la
iglesia se nos muestra como una tarjeta de visita gastada y deslucida, pero con
la petulancia de un pasado esplendoroso. Atravesamos terrenos privados con el
mayor de los respetos al ganado y al entorno y nos topamos con la imponente
entrada de la iglesia en la parte norte de la edificación. Nos llaman la
atención dos capillas a la izquierda de la puerta y un edificio ruinoso a la
derecha. Según avanzamos podemos distinguir los esgrafiados geométricos que
resisten el paso del tiempo, las dos capillas rematadas en cúpula y pobladas de
vegetación y una portada que nos invita a pasar al interior del templo. Pero
refreno las ganas para detenerme en los DETALLES de esta imponente fachada norte.
ZONA A
Sobre la
puerta una hornacina venerada, rematada con moldura coronada con unos pináculos
y una cruz, que al no caber el hueco existente se han doblado y adaptado hacia
adelante para no tener que eliminarlas. Es la primera vez que veo algo así y no
deja de hacerme gracia la solución que tomaron para acabar con el problema de
espacio. Sigo recorriendo con la mirada
cada rincón y distingo unas letras que dicen: “MISSIONES”, el resto se ha
perdido, pero con toda seguridad hace referencia a los años en los que este
enclave fue seminario de misiones, entre 1726 y 1761 y posteriormente a
mediados del siglo XIX.
Este seminario se situó en el edificio derruido que contemplamos a la derecha, en el que pueden verse aún unos esgrafiados geométricos y otro en el que parece distinguirse la figura de un fraile. Atiendo ahora a la capilla mayor que conserva en muy buen estado los esgrafiados con diferentes figuras geométricas, y en la cara principal aún se distingue los restos de un escudo en tonalidades rojizas. Vuelvo la mirada a la portada y creo distinguir un medallón en el lado izquierdo sobre otros preciosos esgrafiados.
Este seminario se situó en el edificio derruido que contemplamos a la derecha, en el que pueden verse aún unos esgrafiados geométricos y otro en el que parece distinguirse la figura de un fraile. Atiendo ahora a la capilla mayor que conserva en muy buen estado los esgrafiados con diferentes figuras geométricas, y en la cara principal aún se distingue los restos de un escudo en tonalidades rojizas. Vuelvo la mirada a la portada y creo distinguir un medallón en el lado izquierdo sobre otros preciosos esgrafiados.
No puedo
resistirme más y entro en los restos de la iglesia. No es muy grande, de una
sola nave con arcos escarzanos que forman cinco cuerpos y ábside venerado, algo
muy poco frecuente. Las bóvedas de la zona del ábside permanecen en buen
estado, mientras que la central y la zona del coro se han hundido. En las
paredes restos del lucido y los esgrafiados originales, aunque muy deteriorados,
excepto en la parte en la que conserva el techo, en la que podemos ver pintura
que imita al ladrillo, con un rojo muy intenso que parece recién pintado,
cuando tiene más de tres siglos. A la izquierda las capillas, la primera de ellas,
la más pequeña, está rematada en bóveda con pechinas en las que se aprecian
restos de pintura, pero de la que no podemos obtener una imagen de lo que
querría representar.
La capilla mayor sorprende más. Sobre su portada la imagen del cordero de Dios sobre el que aparece un hueco que debió de ocupar algún azulejo. A los lados las azucenas que representan a la Virgen. Estamos en la zona en la que la documentación indica qua finales del siglo XVI se añade una capilla que albergaría las reliquias del convento y desde donde partiría un acceso que saliendo por el exterior del recinto, conduciría al camarín de la Virgen en el altar mayor. En el acceso a su interior me conmociona una pintura que representa una perfecta balaustrada, de una gran calidad y en un sorprendente buen estado de conservación. Dentro más decoración, más pinturas, más riqueza y el suelo de barro cocido original que suele perderse o enterrarse entre escombros y que aquí se conserva en buen estado. Pisar este suelo me ayuda a transportarme en el tiempo con la imaginación y con todos los sentidos.
La capilla mayor sorprende más. Sobre su portada la imagen del cordero de Dios sobre el que aparece un hueco que debió de ocupar algún azulejo. A los lados las azucenas que representan a la Virgen. Estamos en la zona en la que la documentación indica qua finales del siglo XVI se añade una capilla que albergaría las reliquias del convento y desde donde partiría un acceso que saliendo por el exterior del recinto, conduciría al camarín de la Virgen en el altar mayor. En el acceso a su interior me conmociona una pintura que representa una perfecta balaustrada, de una gran calidad y en un sorprendente buen estado de conservación. Dentro más decoración, más pinturas, más riqueza y el suelo de barro cocido original que suele perderse o enterrarse entre escombros y que aquí se conserva en buen estado. Pisar este suelo me ayuda a transportarme en el tiempo con la imaginación y con todos los sentidos.
ZONA B
Si hay una
parte de los conventos, abandonados o no, que me atrae, es el claustro. Desde
un primer momento fabulaba con su posible estado de conservación y con la
posibilidad de encontrar pinturas interesantes, porque es aquí donde se suelen
conservar mejor. Así es que no me retuve más y pasé al claustro. No podía dejar
de mirar hacia arriba para contemplar estos preciosos arcos de ladrillo, son
arcos rebajados en el piso inferior y escarzanos en el superior y que se
conservaban en casi todo su perímetro. Existe una curiosa mezcla de materiales,
del ladrillo a la pizarra y de la pizarra al ladrillo.
Podemos contemplar los desagües de barro originales y restos del lucido, las molduras y la decoración que cubrían el claustro, ocultando los materiales de construcción. Los arcos de la planta inferior conservan restos de pinturas muy interesantes y entre ellos podemos distinguir los muros originales que los unían y la parte de muro que se añadió posteriormente. Deslumbrado por la belleza del conjunto exterior decido recorrer su perímetro interior en busca de detalles, y la verdad es que uno podría estar horas recorriendo los restos de pinturas, relieves y el conjunto de elementos decorativos que aún se conservan.
Podemos contemplar los desagües de barro originales y restos del lucido, las molduras y la decoración que cubrían el claustro, ocultando los materiales de construcción. Los arcos de la planta inferior conservan restos de pinturas muy interesantes y entre ellos podemos distinguir los muros originales que los unían y la parte de muro que se añadió posteriormente. Deslumbrado por la belleza del conjunto exterior decido recorrer su perímetro interior en busca de detalles, y la verdad es que uno podría estar horas recorriendo los restos de pinturas, relieves y el conjunto de elementos decorativos que aún se conservan.
En la actualidad hay una capa de
cal sobre las pinturas originales que oculta gran parte de ellas, pero en las
zonas que se ha perdido podemos disfrutar desde algunas de muy mala calidad, a
otras con un trabajo de precisión que nos llama la atención, donde abundan las
figuras circulares entrelazadas. Se ven también lo que queda de marcos que
debieron de albergar pinturas con la vida de San Francisco u otros santos. En
cada esquina del claustro una moldura que muestra en relieve con motivos
vegetales y otras molduras muy bien conservadas en el arranque de las bóvedas.
ZONA C
Veo una
puerta en la zona este del claustro y me adentro por ella. Pueden verse
claramente los puntos donde se anclaban las vigas que formarían una escalera,
cuyo trazado podemos reconstruir perfectamente y que nos llevaría a la planta
superior, aunque desgraciadamente no queda nada de ella. En la zona sur de esta
estancia un hueco en la pared (que no una puerta) permite el acceso a lo que
debió de ser posiblemente el refectorio sobre lo que se dispondrían las celdas.
Esta disposición es habitual en los eremitorios de la época. De las celdas podemos ver aún las ventanas orientadas al este con sus asientos o bancos adosados, y en uno de ellos, además, se conserva el lucido de la pared original. Pasamos por otro gran arco escarzano a la parte sur de esta zona C (según plano) donde debieron de situarse las cocinas. Sorprende su gran tamaño y una enorme chimenea en el fondo, ahora muy deteriorada. En la zona este unos habitáculos de ladrillos a los que nos acercamos con curiosidad y en los que descubrimos algún tipo de cisterna o aljibe que serviría para el abastecimiento de agua de las cocinas y que suponen el único lugar donde hay que extremar el cuidado en la visita al convento, sin dejar nunca de ser consciente de estar visitando unas ruinas con el peligro que ello conlleva.
Esta disposición es habitual en los eremitorios de la época. De las celdas podemos ver aún las ventanas orientadas al este con sus asientos o bancos adosados, y en uno de ellos, además, se conserva el lucido de la pared original. Pasamos por otro gran arco escarzano a la parte sur de esta zona C (según plano) donde debieron de situarse las cocinas. Sorprende su gran tamaño y una enorme chimenea en el fondo, ahora muy deteriorada. En la zona este unos habitáculos de ladrillos a los que nos acercamos con curiosidad y en los que descubrimos algún tipo de cisterna o aljibe que serviría para el abastecimiento de agua de las cocinas y que suponen el único lugar donde hay que extremar el cuidado en la visita al convento, sin dejar nunca de ser consciente de estar visitando unas ruinas con el peligro que ello conlleva.
ZONAS D, E
y F
Lo que
aparece en el plano adjunto como zona D, quizá es de la que menos información
se puede aportar, por una razón muy clara, al estar completamente poblada de
zarzas es imposible acceder a ella. La densidad es tal que por mucho que lo
intentamos fue imposible ni asomarse, así es que no podemos determinar los
posibles restos que en estas estancias permanecen y aprovechamos para imaginar
impresionantes frescos y molduras, aunque la probabilidad de que esto sea así
es muy baja, ya que con alta probabilidad se trataban de las zonas dedicadas a
almacén, bodegas… En la esquina oeste de esta zona aparece un habitación a la
que sí pudimos acceder en la que se reconoce un aljibe o una cisterna, actualmente
cegada.
En la zona E encontramos la portería del convento. Conserva el banco corrido y algunos restos de pinturas interesantes que parecen representar a hombres con los hábitos típicos franciscanos, aunque la verdad es que están muy deterioradas.
En la zona E encontramos la portería del convento. Conserva el banco corrido y algunos restos de pinturas interesantes que parecen representar a hombres con los hábitos típicos franciscanos, aunque la verdad es que están muy deterioradas.
La zona F
correspondía al seminario de misiones, y se encuentra derrumbada, sólo conserva
la fachada este. Los materiales se conservan en grandes montículos ya tapizados
por la vegetación, pero que podrían aportar interesante información al no haber
sido reutilizados en construcciones cercanas y permaneciendo en su ubicación
tras el derrumbe.
Poco más queda por contaros de este convento, sólo emplazaros al blog de Samuel: Extremadura: caminos de cultura, con el que he realizado esta entrada a cuatro manos, cada uno con una forma distinta y particular de mirar y contar lo mirado, y donde se presentan unas interesantes teorías sobre los restos del claustro. No dudéis en pasar por él y disfrutar leyendo este fantástico blog donde, además, se detalla la forma de acceder al recinto. Y como siempre quiero recordar que se trata de una propiedad privada, que debemos ser educados, respetuosos y conscientes de donde estamos, y así no tendremos ningún problema y podremos disfrutar de este pedazo de nuestra historia AL DETALLE.
BIBLIOGRAFÍA
CONSULTADA
Boletín de
la Real Academia de la Historia. Tomo CLXXX. Número III. Año 1983
Tiempo de
Conventos. Una historia de las
fundaciones en la España moderna. Ángela Atienza.
Interrogatorio
de la Real Audiencia de Extremadura de 1791
Los
eremitorios en la cuenca del Tajo: en busca de un lugar idóneo. Carmen Díez
González
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